Cuando una pareja se va a vivir juntos y pasan a tener una gestión de la economía conjunta pueden venir muchos problemas. Cada uno gestiona sus ingresos y sus gastos de una manera y ahora puede tocar cambiar hábitos. La comunicación aquí es primordial. Sara nos cuenta cómo gestionó este momento tan bonito y complicado a la vez con su pareja Mario.

Después de 3 años de novios dimos el gran paso de irnos a vivir juntos. Encontramos una casita muy acogedora, la etapa de amueblarla y decorarla fue muy sencilla, nos entendimos muy bien y nuestros gustos son muy parecidos. Todo iba perfecto hasta que llegó el momento de organizar nuestra economía en conjunto, no sabíamos por dónde empezar y chocamos bastante la verdad. Un momento tan bonito se convirtió en agridulce, nos costó una fuerte discusión, por suerte lo superamos juntos...

Los primeros meses íbamos comprando cosas y gastando el dinero sin ningún tipo de organización, unas veces pagaba uno, otras otro, tirábamos los tickets de las cosas, yo pagaba la luz, él el Internet…Un caos.

La bronca se desató cuando se compró la play station con nuestro dinero en común, no me pareció justo, porque es un capricho para él (a mi no me gustan las consolas), y precisamente barato no fue. Total que le dije que consideraba que eso tenía que ser un gasto suyo y no común. No lo entendió, decía que el dinero era de los dos y que podíamos usarlo para todo. Discutimos. Él me echó en cara que había pagado más cosas que yo, yo le dije que no se encargaba de las facturas...No fue nada agradable. Decidimos dejar pasar un par de días, preguntar a nuestros padres para ver cómo se organizaban ellos e investigar por Internet, para luego sentarnos y ver cómo íbamos a gestionar nuestras finanzas.

Lo primero que encontré al buscar en Internet fue un estudio de la Universidad de Kansas, el 30% de los divorcios son por motivos económicos. Generan estrés en la relación, falta de comunicación e impiden un crecimiento común. Me asusté un montón, no quería que nos pasara a nosotros.

A los dos días nos sentamos a hablar sobre nuestra economía en común. Tras un año de ponerlo en práctica estamos mucho más unidos, reforzados y ante todo la comunicación en este tema es el pilar para que tengamos una economía conjunta y sólida.

Queremos compartiros todo lo que hemos aprendido y así evitar las primeras broncas.

Lo primero que decidimos fue crear una cuenta común para los dos y luego que cada uno tuviera la suya propia. Nunca tener todo en una cuenta común, para muchos compartir todo el dinero es sinónimo de amor y romanticismo, ¡nada que ver! Esto supone una pérdida de libertad financiera. Cada uno debe tener su intimidad económica y gastarse parte de su dinero en lo que uno quiera.

No teníamos claro qué banco elegir, si queríamos uno online o más tradicional, qué tipo de cuenta o qué comisiones nos cobrarían, así que decidimos hacer un estudio de mercado para elegir el que más nos convenía.

La cuenta común estaba destinada a cubrir los gastos del alquiler, comida, facturas, ocio, pero ¿cuánto metemos en esa cuenta? ¿Metemos los dos lo mismo?

Para ello hicimos una estimación de gastos fijos más los variables. Alquiler 850, comida 250 euros al mes aproximadamente y sin escatimar, facturas unos 150 euros. En el ocio decidimos meter 100 euros cada uno. Total que había que meter en la cuenta 1.450 euros.

Y ahora surge la pregunta ¿Metemos los dos lo mismo? Serían 725 euros al mes.

Nosotros más o menos tenemos el mismo sueldo así que sí, metemos lo mismo, pero cada caso es distinto. Mi padre me contó que hubo una época que mi madre ganaba muy poquito y le suponía un grandísimo esfuerzo llegar a fin de mes si aportaba lo mismo, por lo que metía el 30% en vez del 50%, aquí tiene que primar el amor y la comprensión, nada de resentimientos ni reproches del tipo “claro como tu metes menos dinero...”.

También queríamos ahorrar para las vacaciones, ¡somos muy viajeros! Así que decidimos intentar meter todos los meses 100 euros más cada uno, y hablarlo mucho, si un mes nos venía muy mal reducíamos el ingreso o si un mes habíamos ahorrado en otras cosas metíamos más dinero. Lo cierto es que al marcarnos un objetivo común ayuda a ahorrar más de lo esperado. Vuestro objetivo puede ser otro: comprar un coche, hacer reformas...

Otra cosa que hemos descubierto es que los dos tenemos que estar involucrados en la economía doméstica y tomar las decisiones. No vale que uno lleve todo el peso, que sea el que gestione las facturas, los pagos…y que el otro solo se preocupe de meter el dinero en la cuenta y ya. La responsabilidad es de los dos. Cuando viene una factura mayor de lo esperado lo hablamos y vemos cómo podemos solucionarlo para reducir el importe. Esto nos pasó al recibir la factura de la calefacción ¡175 euros más de lo normal! Conseguimos reducirla con unos trucos muy sencillos y prácticos.

Tener un colchón para lo que pueda pasar. Se rompe un electrodoméstico, hay que llevar el coche al taller...Un fondo de emergencia para vivir más tranquilos. Leímos que se recomienda tener ahorrado lo suficiente como para poder cubrir al menos 3 ó 6 meses de los gastos recurrentes, y así hicimos.

Una vez tuvimos todo claro nos pusimos manos a la obra y a día de hoy no va muy bien. Otra cosa que hemos implantado en nuestras vidas son algunas técnicas de ahorro, ¡hay un montón! Hemos probado varias y la que más nos funciona es crear nuestro propio Kakebo, el libro de cuentas familiar. Apuntamos todos nuestros gastos, por muy pequeños que sean y a fin de mes analizamos los ingresos, gastos, ahorro y nos marcamos objetivos. Viene genial para saber en qué “tonterías” derrochas dinero y poner medidas.

En definitiva, los pilares para tener un buen matrimonio financiero son la comunicación y la organización. Haz que la economía familiar no se convierta en un problema sino en una complicidad.