Es un clásico. Llega finales de noviembre y empieza el estrés: ¿a quién regalo este año por Navidad? ¿qué le regalo? ¿cuánto me he gastado ya? Al final, no sabemos cómo lo hacemos, pero como sucede con todo lo que no se planifica, gastamos de más, vamos propulsados por el estrés por el centro comercial y, encima, siempre se nos olvida algo. ¿También te pasa? Alejandro nos cuenta cómo logró acabar con ese agobio, gastar menos, y disfrutar del placer de regalar a los suyos, ¡que para eso está la Navidad, para disfrutarla!
«La Navidad es mi época del año favorita. Me dejo invadir por el sentimiento familiar y de reencuentro con los míos. Sobre todo, desde que vivo fuera de mi ciudad. Me encantan los brindis pre cena de Nochebuena, las sobremesas familiares, los paseos bajo la iluminación navideña y no me pierdo la cabalgata de Reyes Magos, pero los regalos siempre fueron mis enemigos. No porque no me guste regalar, que al contrario, sino porque me producía estrés solo pensarlo.
Siempre a última hora: colas, productos agotados, qué querrá papá, la cuenta bancaria en rojo, ideas que vienen después de ya haber comprado, repaso mental por si se me olvida alguien, no te olvides del papel de regalo… ¡Qué estrés!
Un día, jugando con mis sobrinos, mi madre me contó cómo se las apañaba cuando yo y mis hermanos éramos pequeños: “entre vosotros, vuestros primos y demás familia, había que organizarse y aconsejarse entre todos. A mayores de la carta que con tanta ilusión escribíais, yo desde septiembre me anotaba en una libreta todo aquello que nos pedíais intermitentemente o las ideas que se me ocurrían a raíz de comentarios vuestros e iba comprando para que no se me viniese todo el gasto junto”, ¡eureka! Se acabó ir al centro comercial el día 23 como quien se tira de cabeza a la piscina. Como en el súper, la lista de la compra hecha y bien organizada.
Lista de regalos
En noviembre comienzo a hacer un listado de mis seres queridos a quienes regalaré y, al lado, lo más difícil, ¡qué le regalaré! Esto es lo que yo hago para atinar:
- El primer paso es hacer memoria ( algún deseo que verbalizaran en mi presencia, algún útil que se les haya estropeado...)
- Si con eso no basta, hago un repaso de sus rutinas (¿cómo visten? ¿qué les gusta hacer en su tiempo libre? ¿a qué se han aficionado en el último año?)
- También suelo recurrir a gente en común por si se me escapa algo que ellos puedan saber sobre los dos puntos anteriores
- Experiencias: una comida en un restaurante chulo para mis abuelos o una escapada de fin de semana para mi pareja ¡han sido regalos estrella!
-
Por último (pero no menos importante, sobre todo en mi caso, que es de lo que más me gusta) es recurrir al sentimentalismo, los que yo llamo “regalos pastel”: un marco con una foto en la que salgamos juntos, un llavero personalizado con el mote por el que yo le llamo, una taza vinilada con una dedicatoria escrita a mano… Hay webs como calle del regalo o regalo original que dan muchas ideas, sobre todo para los “amigos invisible” con mis amigas.
2.- Fija un presupuesto
Como hago con el resto de mis gastos (alimentación, viajes, etc.), fijo un presupuesto total, que no es otro que el que, en base a mis ingresos y ahorros de este año, me puedo permitir.
Para ello lo que hago es lo siguiente: pienso (papel y boli o bloc de notas del móvil en mano) en los gastos fijos que tendré ese mes y adicionales. A mis ingresos resto esas salidas de dinero premeditadas y obtengo una cuantía que será de la que disponga para regalos de Navidad (cuantía que puede aumentar si me puedo permitir retirar algo de mis ahorros para tan importante fecha).
Después divido esa cuantía entre el número de personas a las que regalaré (padres, abuelos, primos, tíos, hermanos, amigos, pareja…) y voy ajustando: quizá ese nuevo libro del autor que tanto le gusta a mi hermano sea más barato que los auriculares para escuchar música con los que quiero sorprender a mi padre.
3.- Agendo las compras
Por experiencia sé que ir al centro comercial (aunque sea con la lista hecha) la última semana de diciembre es igual a estrés, mal humor y frustración. Así que yo suelo reservar un hueco en mi agenda las dos últimas semanas de noviembre y/o primera de diciembre (como tarde) para las compras. Y digo “como tarde” porque, como bien recogí del consejo de mi madre, desde que sigo esta rutina, voy anotando todo lo que escucho. Si en septiembre por ejemplo, mi abuela me dice mientras vemos una película que le encantaría un pañuelo de color verde como el de la protagonista, ya lo apunto en mis notas.
En especial, desde hace algunos años, la última semana de noviembre suele ser mi elegida, para aprovechar el BlackFriday y el Cyber Monday… ¡Mismo regalo, mucho menos gasto!
Y ahora, como ya sé a quién, qué y por cuánto voy a regalar, lo siguiente que pienso es dónde voy a adquirir esos artículos.
- Por internet. Me anoto en la agenda un hueco libre para sumergirme en la red con calma y buscar, comparar y comprar.
- Tienda física. Lo mismo. Me agendo una tarde de primeros de diciembre (si es por semana, mejor, menos bullicio) para acudir de compras con mi lista en la mano. Eso sí, no sin antes haber comparado en las webs de los establecimientos los precios y también, la disponibilidad de esos productos.
Con esta rutina con la que llevo un par de años, acierto con los regalos, me olvido del estrés y hago un gasto mucho más eficiente para centrarme solo en lo que me gusta: ¡disfrutar de la Navidad y de la ilusión de regalar a los míos!