“En casa somos 4 y, al contrario de lo que debe ser, nunca hemos diseñado o planificado metódicamente nuestra economía familiar. Vivíamos día a día, suspirando cuando había que reparar inesperadamente el coche y con una sonrisa a primeros de mes. Siempre teníamos más o menos los mismos gastos e inconscientemente pensábamos que así sería por siempre. Hasta que mi empresa recortó personal y perdí mi trabajo.
¿Cómo abordar la vida y la alimentación de 4 bocas con un sueldo menos? Lógicamente, las cuentas no daban. Mi hermana, una obsesa del orden en todas sus facetas (desde cajones de armarios y trasteros hasta sus propias finanzas), decidió iluminar mi camino y apoyarme en un proceso que todo el mundo debería seguir (con o sin problemas como el mío) y que cambió el devenir de nuestra delicada situación:
1. Replanificar la economía familiar
Lidiar con el problema económico familiar no me dejaba mucho tiempo para estar triste por entrar en el paro y echar de menos mi rutina laboral. Lo primero que me dijo mi hermana cuando nos sentamos a hablar del tema fue “fuera lamentaciones, esas no nos van a sacar del bache, vamos manos a la obra”. Y comenzamos a rediseñar la economía de mi familia, que no es otra cosa que analizar los ingresos y, a partir de ahí, reconducir y recortar gastos.
Lo primero que hicimos fue sumar todo el dinero que entraba mensualmente en casa: el sueldo de mi marido, el alquiler de nuestro piso de solteros y mi prestación.
Después, desglosamos las salidas de dinero imprescindibles (hipoteca, facturas o la manutención de nuestro hijo mayor, que ya está en la universidad).
Ojo, que sean imprescindibles no quiere decir que no sean dignos de recorte. Por ejemplo, se acabó lo de ir a la compra sin lista o dejarnos conquistar por productos que no necesitamos. Además, nos hemos hecho ya unos expertos en ahorro en el hogar con pequeños gestos añadidos a nuestras rutinas, y hemos analizado si de verdad necesitábamos esa tarifa de teléfono y móvil con la que llevábamos tantos años.
Lo siguiente fue poner en una lista los gastos recurrentes pero de los que habría que prescindir. Mis clases de pilates iban a quedarse en pause, como también la reforma de la habitación de nuestra hija pequeña.
2. Comunicación familiar
Nuestros hijos tienen 19 y 14 años. De nada vale mantenerles al margen de una situación que forma parte de su vida y en la que todos debemos apretarnos el cinturón. Esforzarnos por hacer que no notasen la nueva realidad no solo les haría vivir en los “mundos de Yupi” y les impediría crecer y madurar, sino que nos traería mucha frustración y ahogo.
Dejando, como dice mi hermana, las lamentaciones a un lado y armándonos de optimismo, nos sentamos a contarles la situación y asegurarles de que juntos, saldríamos de esta. Es la única manera.
Javi no solo dejó de tener gastos innecesarios, sino que supo organizar su paga e incluso se buscó un trabajo de ayudante en una copistería para sus gastos y arrimar el hombro. Por iniciativa propia. Qué orgullo.
A Eva, inmersa en plena adolescencia, al principio le costó algo más ver cómo no podía permitirse las zapatillas de última moda como el resto de sus amigas, pero a día de hoy es la que más lupa pone al comparar precios cuando vamos al súper, e incluso me ha propuesto abrirnos cuenta en plataformas de compra venta y hacer “plan de chicas en el trastero”.
3. Búsqueda de empleo
Siempre trabajé en hostelería, los últimos años, como jefa de cocina. Y aunque me encanta mi trabajo, no estoy cerrada a emprender nuevos caminos.
La búsqueda de empleo se convirtió también en un básico de mi rutina. Por las mañanas, después de llevar a Eva al cole, realizar las tareas de casa y hacerme media hora de pilates con algún canal de Youtube, dedicaba 2 horas a la buscar empleo. En esto, también adquirí la planificación de mi hermana:
- Me abrí cuenta en plataformas de empleo, realizaba diariamente búsqueda de nuevas ofertas y hacía seguimiento a las que me inscribía.
- Creé un Excel con empresas en las que me gustaría trabajar para ponerme en contacto, enviarles mi currículum vitae y presentarles mi interés en trabajar con ellos
- También fui a lo clásico: pasear por mi ciudad, carpeta de currículums en mano, y preguntar a mis cercanos. A veces, nada más eficaz que el boca a boca. No hay que tener vergüenza en pedir apoyo y ayuda.
Además, también me puse al día de los cursos de formación que ofrece el servicio de desesmpleo de mi ciudad y estoy aprovechando para retomar mi inglés con un curso online gratuito, ¡la mente siempre activa!
De mi despido hace ya 6 meses, y, además de conseguir unas horas como ayudante de cocina en una residencia para mayores, hemos logrado fortalecernos como familia y mantener controlada nuestra, ya más saneada, economía.